sábado, 23 de noviembre de 2013

Crónica 535

Columnista Invitado

José Alvear Sanín
Invito al amigo lector a cerrar los ojos durante un minuto para imaginar a Colombia gobernada por un Nicolás Maduro o un Daniel Ortega.
Encuentro muchos amigos que aseguran que nuestro país es inmune a la amenaza neocomunista porque nuestra “burguesía” es muy inteligente. y que el establecimiento sabrá controlar el “proceso de paz” con la subversión.
Lo mismo decían en Cuba antes de 1969; eso pensaban en Venezuela antes de 1999 y es posible que eso fuera también lo que opinaban en Bolivia antes de 2006, en Nicaragua antes de 2007, en El Salvador antes de 2009 y en Uruguay antes de 2010...
Con Japón y Europa agonizantes por sus cunas vacías, crisis atenuada en los Estados Unidos por la inmigración ilegal, surge como hecho inevitable el ascenso de China. Sin embargo, el predominio del dragón no será duradero porque el envejecimiento de su población es alarmante y porque la terrible política del hijo único, traducida en aborto masivo y selectivo de niñas, no permitirá luego suficiente renovación poblacional.
Ante la gravedad del fenómeno, esta semana se anunció la tolerancia del segundo hijo, cuando uno de los cónyuges no tenga hermanos, medida arbitraria e insuficiente que no parece tampoco capaz de reversar la tendencia a eliminar los fetos femeninos.
Sonaba, por tanto, la hora de América Latina: había llegado el momento para que nuestros países, con abundante población joven asentada sobre los más pródigos terrenos y los más ricos subsuelos, irrumpieran como actores de primera línea en la política mundial.
En cambio, impelidos por un secular complejo de inferioridad, nuestros gobernantes aceptaron dócilmente el camino trazado por el neoliberalismo, regresivo en lo social y malthussiano en lo demográfico, que ya se refleja tanto en la pésima distribución de la riqueza como en los primeros síntomas de envejecimiento poblacional.
En vez de seguir la senda del desarrollo independiente con el sello de su personalidad histórica, la América hispanohablante, al contrario del Brasil de ánimo imperial, se va plegando a otro internacionalismo, el del Foro de Sao Paulo, dirigido desde La Habana, que conduce inexorablemente al fracaso económico y a la eliminación de las libertades individuales y de la democracia.
El socialismo del siglo XXI, metástasis del comunismo soviético, no es capaz de generar riqueza o justicia. Una economía improductiva solo ocasiona hambre y miseria que deben ser contrarrestadas con creciente represión. Al consejo de Maduro de no comprar los periódicos que hablen de escasez, inflación, inseguridad y desempleo, ha seguido otro que prohíbe la mención de la palabra “saqueo”. Con la reducción del vocabulario vendrá la mordaza de la libre expresión; luego habrá que expropiar todos los medios que todavía no sean del gobierno, mientras llega el momento de enviar al gulag a los que no vean la suprema felicidad que el régimen ha decretado.
La Deutsche Welle Newsletter, el 12 de noviembre pasado, citaba el deseo de Chávez de “ver a sus compatriotas navegando en el mismo mar de felicidad en el que navega el pueblo cubano”!!!
Vuelva pues el lector amigo a cerrar los ojos durante sesenta segundos, para imaginar la nave de Colombia con un capitán parecido a Maduro, navegando por el mar de la felicidad castrista que nos espera.
***
“Nada alegra más al burgués que la revolución en casa del vecino” Nicolás Gómez Dávila



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