La Misericordia
Hace cuatro años tuve la oportunidad de asistir en Bogotá
al III Congreso Mundial de la Misericordia. El Cardenal Rubén Salazar pronunció
un discurso lucido sobre la misericordia. En este, la referencia a los
victimarios es clara y me tomo la libertad de reproducirla.
“¿Y qué les dice el Señor hoy a los victimarios? “No
necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Entiendan bien qué significa: “misericordia
quiero y no sacrificios, porque yo no he venido a llamar a los justos sino a
los pecadores.” (Mt 9,12). Todo el Evangelio que es el Evangelio de la misericordia
invita a todos a acercase al Señor que es perdón y misericordia. El Señor hoy
les dice a los victimarios colombianos que ellos también tienen redención.
Pero, para alcanzarla, ellos también deben vivir un itinerario: ¿Por dónde debe
empezar el victimario?
El primer paso para ellos es reconocer que todos son
objeto del amor y de la misericordia del Señor; que aun aquellos que han
cometido los pecados más abominables tienen acceso a la misericordia. ¿Aun los
que pusieron los cilindros bomba en la iglesia de Bojayá? Sí. ¿Y los que
tuvieron cautivos y esclavizados a otros seres humanos, hasta por 14 años? Sí. ¿Y
los que dispararon contra 11 indefensos diputados, después de haberlos tenido
cautivos durante más de 10 años? También para ellos habrá misericordia. ¿Y para
los que volaron el oleoducto de Machuca donde murieron incinerados 89 seres
humanos? ¿También para los que asesinaron discapacitados en Soacha y los
hicieron pasar por guerrilleros? ¿Para los que masacraron poblaciones enteras?
Si, sí y sí, la oferta de Dios es ilimitada en su generosidad. Pero requiere el
consentimiento de la persona, el sí a ese Dios de amor y de misericordia, y
éste empieza por un entrar dentro de sí mismos para reconocerse en sus heridas,
en su miseria, en su sed de Dios. El victimario, precisamente, para pasar de
victimario a digno de misericordia, tiene que hacer un proceso interior, un
proceso del corazón que lo lleve a encontrar la libertad en la verdad porque su
mente, su voluntad y su corazón están obnubilados. Y esto no es fácil. Lo
evidenciamos en la dificultad que tienen hoy los guerrilleros en aceptar que
son victimarios.
Yo les digo hoy a los militantes de las Farc y el
Eln, a los miembros de las autodefensas, a los narcotraficantes, pero también a
los agentes del estado y a todas las personas que de una u otra forma
contribuyeron a que el conflicto armado se hiciera cada vez más una guerra
sucia, que hagan ese proceso de descubrir la verdad acerca de sí mismos; que no
sigan encubriendo sus crímenes con la mentira; que sean capaces de descubrir la
realidad del crimen, la realidad de la falta cometida. En todo proceso de
conversión se parte siempre del principio de que se tiene que reconocer la
realidad y la naturaleza del pecado. El primer paso es el examen de conciencia.
Que ellos sean capaces de dejar a un lado todas las mentiras que se han dicho a
lo largo de todos estos años de conflicto y, por lo tanto, que poco a poco
puedan descubrir toda la verdad. Y a la luz de esa verdad sean capaces de darse
cuenta de la enormidad del crimen cometido y el daño causado a la dignidad de
otros seres humanos.
Y, al tomar conciencia de su pecado, muestren
arrepentimiento; puedan darse cuenta de que han causado un daño, que han
cometido un crimen y se arrepientan de haberlo cometido. Y al arrepentirse
pidan perdón. Y prometan no volver a hacerlo y se comprometan en procesos de
reparación del daño causado. Sin este proceso –que se vive en el sacramento de
la confesión por el cual se hacen objeto de la misericordia de Dios– no hay
conversión posible.
Les hago un llamado a la conversión y oro por ellos para
que se encuentren con la libertad y la verdad que yace en lo profundo de sus
corazones de hijos de Dios. Miles de ellos nacieron en hogares católicos y
tienen a sus padres de rodillas, intercediendo por ellos, implorando su
regreso. Dios tiene sed de su asentimiento y tendrá compasión, como lo prometió
a Sor Faustina, en el “Diálogo con el alma pecadora”: "Mi misericordia es
más grande que tu miseria y la del mundo entero. ¿Quién ha medido mi bondad?
Por ti bajé del cielo a la tierra, por ti me dejé clavar en la cruz, por ti
permití que mi sagrado corazón fuera abierto por una lanza, y abrí la fuente de
la misericordia para ti. Ven y toma las gracias de esta fuente con el recipiente
de la confianza. Jamás rechazaré un corazón arrepentido, tu miseria se ha
hundido en el abismo de mi misericordia. ¿Por qué habrías de disputar conmigo
sobre tu miseria? Hazme el favor, dame todas tus penas y toda tu miseria y yo
te colmaré de los tesoros de mis gracias".”
Eso, solo eso, les falta a los terroristas para aspirar
al respeto y al perdón.
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