Cinco minutos para las
Farc… ¡sin marchas!
Por Andrés Candela (Invitado especial)
La primera marcha realizada a nivel mundial contra el
grupo terrorista Farc llevó a que muchos de sus guerrilleros rasos se cuestionaran
sobre su futuro por los narcóticos caprichos de unos pocos... ¡muy pocos! Y las
deserciones no se hicieron esperar; sin embargo, los bufones de cabecera de tan
"pintoresca" organización cada vez se asemejan más a las ratas de
alcantarilla: se autoinmunizan contra todos los venenos y cada vez se hacen más
resistentes. Ese es el efecto que tiene hoy cualquier marcha que se organice
contra estos terroristas. Y ni qué decir de aquellos con el
"socialismo" de dientes hacia fuera pero con las vísceras encaramadas
en uno de los íconos más grandes que tiene la tierra del Tío Sam; pero como si
eso no fuera suficiente, porque la vanidad también tiene esclavos dentro del
"socialismo", había que tomarse la instantánea dibujando una
socarrona sonrisa al mejor estilo de la película 'Harley Davidson and the
Marlboro man'. Aunque deja mucho que desear el "modelito" de turno...
Hacer llamados a nuevas movilizaciones -lamentablemente- es llover sobre mojado
para estos personajillos, y también está muy claro que ellos sabrán sacudirse
hábilmente contra cualquier discurso, columna, reclamo o petición que se les
haga; no obstante, ¡por fortuna!, nos quedan muchas formas de debilitarlos
desde nuestra posición de ciudadanos para que sepan de una vez por todas que
todos somos vigías de este pastoso proceso de paz que se organizó a espaldas
nuestras. Pues bien, decía Alekos Panagulis: "Las torturas se sufren, la
muerte se afronta, ¡pero el silencio no!". Es decir, en las marchas el
unísono nacional ha sido ¡no más Farc! Y fueron muchas las personas que por sus
trabajos y diversas actividades nunca pudieron salir para hacer sentir su voz,
pero estoy seguro de que entregándoles tan solo cinco minutos de silencio,
desde cualquier parte en la cual nos encontremos, les desnudaremos por completo
su desfachatez para que sepan que negociar la paz de un país no es "fotos
de niños en caballitos de madera".
¿Por qué cinco minutos? Cuando se rinde un minuto de
silencio en un lugar público el recogimiento es mínimo y el silencio -como protagonista-
brilla por su absoluta ausencia. Si logramos desconectarnos absolutamente de
todo, abstraernos de nuestra cotidianidad, entonces sentiremos que en el primer
minuto estaremos ejerciendo un acto físico por voluntad propia mientras el
entorno, poco a poco, intentará congelarse por el impacto de las sirenas. En el
segundo minuto comenzaremos a percibir que nuestras fibras más sensibles y el
corazón también se comprometen; o sea, en este punto quizás logremos, por medio
del silencio, vivir y sentir la desolación que han sentido centenares de
víctimas a manos de los grupos terroristas. En el tercer minuto sentiremos la
soledad del silencio y del tiempo sin tiempo... solo allí lograremos sentirnos
culpables por nuestra mezquina indiferencia con aquellos compatriotas que hemos
dejado solos y que aún abandonamos a su suerte. En el cuarto minuto el mundo
entero nuevamente sabrá que luchamos por ser un país y que, aunque suene a
cliché de iglesia de garaje, "¡los buenos siempre somos muchos más!".
¿Cuándo? El mismo día que todo esto comenzó y alrededor de la misma hora: el
próximo 9 de abril a la 1 de la tarde. La misma hora en la que mataron a
Gaitán. Pues bien, es un acto de tan solo cinco minutos de silencio entregados
por más de 40 millones de colombianos para las Farc. Tal vez el primer acto de
silencio que llegaríamos a realizar en Colombia en el que desconectaríamos
medios, Internet, televisión, periódicos y emisoras para permitir evaluar
nuestro propio sentido de pertenecía con el país; además, tiempo que les
entregaremos a las Farc con algo que jamás tendrá apelación: ¡el silencio
entero de un país!
Queridos lectores, si queremos darle muestras a las
Farc de que esta es su última oportunidad, divulguemos esta columna.
El Rincón de Dios
A eso de caer y volver a levantarte. De fracasar y volver a comenzar.
De seguir un camino y tener que torcerlo. De encontrar el dolor y tener que
afrontarlo. A eso no le llames adversidad. Llámale sabiduría.
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