Invito de nuevo a mi querido amigo José Alvear a participar en mi columna, no por sacar el cuerpo a La Crónica que me tocaba escribir esta semana, que desde luego se desplazará unos días, por compartir su pensamiento, pero carecer de estas fuentes maravillosas que completan este paralelo histórico digno del 007.
Lealtades divididas
José Alvear Sanín
Semanas atrás me refería al goût de trahir, tema al que regreso cuando termino la lectura de El Intocable (Bogotá: Alfaguara, 2015), ágil novela premiada en varios países, de John Banville. En ella aparece la traición como goce, a través de la historia de los Cambridge Five, grupo de espías dobles que pasaban a los rusos lo que conocían en el “Departamento” (SIS, SOE, MI-15, MI-16, según los años), o desde la embajada británica en Washington, donde algunos de ellos llegaron como secretarios, causando inmensos daños a la seguridad de los Estados Unidos y la Alianza Atlántica, porque incluso pasaron secretos atómicos.
Los cinco eran jóvenes de familia acomodadas, con excepción de Cairncross. Vinculados al partido comunista desde la universidad, recién egresados pasaron al “Departamento”, que no les hizo el vetting reglamentario o se los hizo mal.
Así llegaron al Servicio Secreto Guy Burgess, Donald Mc Lean, John Cairncross y Anthony Blunt, probablemente reclutados por el 5° espía, que ya estaba dentro. Se discute si este era Kim Philby o Lord Victor Rothschild, aunque también podría pensarse que fuese Graham Greene.
Todos estos personajes aparecen en la obra con nombres ficticios, y aunque a veces sus ejecutorias se mezclan, no dejan de ser transparentes para el lector. Sin embargo, a Cairncross se lo confunde arbitrariamente con el famoso Alan Turing, quizá para dar mayor colorido a la novela.
El relato está centrado en Anthony Blunt, que llegó a ser curador de las pinturas de S.M., catedrático, directivo en Somerset House y autor de un estudio fundamental sobre Poussin.
¿Cómo pudieron estos cuatro permanecer entre veinte y cuarenta años al servicio del Kremlin, dentro de una de las agencias de espionaje más poderosas y mejor establecidas, fundada, al parecer, por Jeremy Bentham y que inclusive tuvo entre sus filas a Bertrand Russell?
Alguien debía protegerlos. Después de leer el libro, me parece que Victor Rothschild, personaje que llegó a ser cabeza de la tenebrosa casa de banca, y, por ende uno de los hombres más ricos del mundo, formaba parte del infame ring. ¡Y era agente comunista!
Pues bien, en Colombia, como único argumento a favor de los diálogos de La Habana, se dice que un hombre tan rico como JM Santos no puede ser comunista. ¡Valiente certeza, basada en el más endeble sofisma! En la historia de la infamia abundan los agentes dobles y los que disfrutan del placer de traicionar, empezando por el banquero Parvus, financiador de Lenin, sin olvidar al banquero tránsfuga Sigmund Warburg. Para gente como ellos no es difícil mantener su dinero a salvo y entretanto gozar de un secreto e intenso goce.
¡En el libro queda claro que ninguno de los cinco recibió ni un penique de Moscú! ¡Puro amor a la causa!, mientras tantos espías son espléndidamente pagados.
Atrás he mencionado a Graham Greene (Querrell en la novela), cuya fama radica en penetrantes novelas donde aflora el tema religioso, siendo también autor de otras que tratan de espías dobles, lealtades divididas y traición (A gun for sale, The human factor, The quiet american, Our man in Havana, The Panama taylor, The third man, especialmente, casi todas llevadas al cine).
Era un católico agobiado por la duda, poco practicante, fanático antiyanqui, y por qué no decirlo, compañero de ruta. Por eso no me extraña, en la novela de Banville, el retrato desagradable que hace del ambiguo escritor. En el libro-reportaje de Marie-Françoise Allain, Greene llegó a decir: “He traicionado muchas cosas en el curso de mi vida. Quizá de allí viene esa incomodidad conmigo mismo, esa impresión de haber sido cruel, de haber sido injusto…” (El otro y su doble. Buenos Aires: Emecé; 1983).
Al recomendar esta estimulante novela, aprovecho para señalar también el impactante video del periodista venezolano Pedro García sobre el tema de la traición, porque seguramente tenemos nuestros “Chicó Five” (https://www.youtube.com/watch?v=3LOgx_HyMBs).
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Paralelismo y traición. 1. Después de 50 años de enfrentamiento, Mr. Obama aplica la respiración artificial a una tiranía terrorista agonizante, privada de los recursos que podría extraer de la exangüe Venezuela. 2. Después de 50 años de lucha contra una guerrilla narcoterrorista, derrotada militarmente, Santos deja de combatirla y en La Habana conviene con ella la “refundación” de Colombia.
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Salud pública. A las pertinentes inquietudes formuladas por Hernán González Rodríguez (El Espectador, julio 23), se suma este breve y diciente memo que he recibido de uno de los principales expertos en derecho tributario:
“Ante la crisis de la salud por falta de dinero, hay que tener en cuenta que la Ley 1607 de 2012 creó el Impuesto de Renta para la Equidad CREE, con una tarifa del 8% y con dichos recursos se creó un fondo destinado a los gastos necesarios para el cumplimiento de los programas de Inversión Social a cargo del ICBF y del SENA y para financiar la inversión social en Salud (Ley 1607/2012 Art.28). Por lo tanto, los dineros de la salud los tiene el Gobierno, y como dicho fondo no tiene control, se los gastaron en la mermelada para la reelección, y ahora los hospitales están sin el dinero que tiene recogido el Gobierno y que destina a proyectos diferentes.”
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