domingo, 31 de julio de 2022

Crónica 884

Alarmas

“Todo el mundo ve lo que aparentas ser, pocos experimentan lo que realmente eres.” Maquiavelo.

¿Me estaré embobando? veo mucha gente con confianza, esperanza, sigue crédula en que acá no pasa nada porque Colombia no es Cuba, Venezuela, Nicaragua o Bolivia, y eso pensaron en esos países y ¡tenga! Ahí la llevan.

Nos alarman varios nombramientos que no menciono hasta no obtener una información confiable de sus actuaciones y hojas de vida; pero según comentaristas serios los ven con ojos de alarma. 

Asustan las invasiones de tierra que al estilo chileno ya empiezan a verse en el Sur del Valle del Cauca, la aprobación de leyes sin ser leída su enunciación ni debatidas a profundidad, fina experiencia del presidente del congreso quién, en los acuerdos de La Habana, se ideó el mecanismo del fast track y una resolución más rara que mico a cuadros para pasarse por la galleta el triunfo del plebiscito. Funciona a la maravilla la aplanadora legislativa plena de senadores y representantes espurios cuya ética y moral están en entredicho.

Aterra por decir lo menos el esperpento de Escazú añadido ambiental que permite a cualquier perico de los palotes extranjero disfrazado de ambientalista detener cualquier proyecto donde su ejecución pueda poner en peligro la vida de un pajarito, receta ideológica que se vislumbra en los avales de varios países que solo miran por el ojo izquierdo; en país de ciegos el tuerto es rey.  

El proyecto de los comunes sobre las guardias campesinas comunitarias tiene un franco olor a los colectivos de Hugo Chávez de acuerdo con su redacción, otra alarma en camino.

El ministro de educación Gaviria que, aunque no comparto su pensamiento no me choca, ya habló de imponer en las aulas la verdad del padre de Roux que hasta ahora solo ha generado desconfianza, pero nada dice de restituir las clases de historia y cívica. No pasará mucho tiempo antes de excluir totalmente la religión en la enseñanza para “respetar” la libertad de cultos, aunque en toda religión el precepto fundamental se relaciona con la moral y la ética, algo que va desapareciendo casi por completo. 

Ni se diga a la reforma de la policía, ¿volveremos a la época de los chulavitas y cachiporros? La amputación del ejército se ve venir en el horizonte.

¡Y esto es antes del 7 de agosto!

El Rincón de Dios

“El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral.” Santo Tomás Moro.

domingo, 17 de julio de 2022

Crónica 883

En modo avión

Estoy así, a la espera del cambio de gobierno, muchas de las expectativas hasta la posesión de Petro serán una incógnita.

En ese orden de ideas pienso: 

1.- Así se designe como presidente del congreso uno de los personajes más oscuros, tránsfuga, pero hábil como pocos en el manejo de cuerdas de titiritero, y este ratifique, como su jefe, que los planes del pacto necesitan al menos cuatro períodos de gobierno, las cosas no serán tan fáciles como piensan. El restablecimiento de la mermelada que se vislumbra y el nuevo fast track criollo, que se reinventaría, serán insuficientes para imponer todo en contra de la institucionalidad pese a congresistas espurios que vendan sus conciencias, pero reaccionarán cuando les pisen los callos. Tampoco podrán, sin pasarse por la faja claras normas constitucionales, acortar períodos institucionales como los de la contraloría, fiscalía y las cortes.

2.- Una cosa es mirar la corrida desde la barrera y otra desde la óptica del torero en el ruedo. La transición energética, para citar solo un ejemplo, que el presidente Duque ha impulsado con éxito, no puede hacerse de la noche a la mañana y, aunque una ministra de mirada torcida esté en contra del fracking, la explotación petrolera y carbonera, se encontrarán con cortapisas: la guerra de Rusia contra Ucrania disparó los precios del petróleo y está obligando a varios países europeos a regresar al uso del carbón para sus necesidades básicas y de calefacción que en el invierno serán críticas sin el gas ruso. De esta lotería tenemos un billete ganador que no puede tirarse por capricho a la basura, no pueden desconocerse los contratos de la noche a la mañana y exponerse a demandas internacionales que serían millonarias y de duro golpe para el fisco y los ingresos petroleros no los reemplazarán exportaciones de aguacates.

3.- El país es capaz de producir casi toda la comida que necesita; pero eso no es factible creando minifundios, es esencial garantizar la seguridad jurídica para explotaciones agropecuarias agroindustriales, lo que no implica necesariamente la propiedad de la tierra, pero si la necesidad de plazos suficientes para redimir inversiones cuantiosas como las requeridas en la altillanura, por ejemplo. Los pequeños campesinos necesitan otras cosas para mejorar la productividad: seguridad para explotaciones asociativas, asistencia técnica eficaz, garantía de precios y de compra para sus productos, suministro de semillas e insumos asequibles, seguro para sus cosechas, crédito barato y oportuno.

4.- Un gobierno de izquierda puede tener dos caminos: el absurdo de Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Cuba o uno razonable como el uruguayo de Mujica y el chileno de Lagos. Esperemos a ver cuál nos tocará. Ya resucitó Uribe y, aliado con Duque, harán su tarea para lograr lo segundo. 

5.- No gastaré tiempo leyendo el informe de la Comisión de la Verdad fabricado por el “cura” De Roux al amaño de las Farc, los más viejitos vivimos y conocimos la verdad.

El Rincón de Dios

“La congruencia entre lo que se dice y se hace, hace que lo que se dice sea creíble y lo que se hace sea posible.”

miércoles, 6 de julio de 2022

Crónica 882

Representantes Espurios

Este discurso del general Uribe, a pesar de su extensión, lo transcribo completo por semejanza a lo que nos espera y la decisión de los casquiflojos de los partidos que acordaron a las carreras respaldar la legislación de un gobierno de dudosa ortografía al que el 72% del censo electoral no apoyó su programa populista.

“Pido al señor presidente, a la Cámara y al público, que me excusen si, al comenzar este primer discurso, mi labio balbucea bajo el influjo de una emoción que me es imposible reprimir, y si, por eso mismo, el giro de las ideas se oscurece y embrolla.

Verdaderamente, señor presidente, no es gratuito el odio implacable que los hombres nuevos le tenemos a la Regeneración. Ella ha impedido en nosotros el funcionamiento de toda facultad y ha matado en germen toda aptitud; no han pulsado su lira los poetas porque el ambiente de la tiranía no es propicio para repercutir las notas de una libre inspiración; quien pudo ser periodista se ha visto una y otra vez con la pluma rota en la mano, y sujeto a lo que un diario palaciego llamó no hace mucho “la argolla del silencio”, y al que pudo formarse orador se le ha quitado toda ocasión de ejercitarse en uso de la palabra, por la supresión del parlamentarismo genuino y del derecho de reunión.

De aquí que no sea extraño que al ponerme en pie me sobrecoja una invencible sensación de temor, proveniente de lo solemne de la ocasión y de mi absoluta carencia del hábito de producirme ante auditorios numerosos. De aquí también que a mis arengas en este recinto vaya a faltar, como les faltará, sin duda, todo arte, siendo esta la primera vez que concurro a un cuerpo colegiado. Montañés, agricultor, me declaro de antemano incapaz de hacer frases y de disfrazar mi pensamiento con las gafas de la retórica y con rodeos del disimulo. Como aquel campesino del Danubio que ante el Senado de Roma denunció con lengua ruda las depredaciones de los pretores y procónsules, no será culpa mía si la verdad —de suyo desagradable y amarga para gentes predispuestas a no oírla, porque contra ellas va— resulta aún más repulsiva por la desnudez con que no podrá menos de presentarla quien no ha aprendido a hacerlo de otro modo.

Deseo que esta explicación anticipada me concilie la tolerancia de la Cámara, no dudo estará, por otra parte, inclinada a ello, en vista de mi calidad de represéntate único de la oposición liberal, pues parece de elemental justicia distributiva que quienes tienen prepotencia del voto, en razón de sesenta contra uno, otorguen a ese como por vía de compensación, alguna mayor amplitud en la libertad de su lenguaje.

Para defender la proposición que he presentado es innecesario —aunque no sería improcedente— hacer la historia de las elecciones pasadas. Fresco está su ingrato recuerdo en la memoria de todos, y a mí me bastará resumir este triste episodio de la vida nacional, o más bien nacionalista, en una sola frase: ¡Atropello mayor ni más desvergonzado del sufragio jamás lo había presenciado este país!

Desde la promesa oficial con que se atrajo al pueblo a los comicios, hasta sentencias de los jueces de escrutinio; desde la formación de las listas de sufragantes hasta la recepción de los votos, y desde la computación de estos hasta la redacción de las actas y la expedición de credenciales, todo fue fraude y falsía, entreverado de amenazas y complementado con violencias. Si no fuera porque algún quisquilloso podría acusarme de faltar al respeto a la Cámara, diría que bien pocos somos aquí aquellos cuyos nombres hayan surgido realmente de la urna, como expresión verdadera y auténtica del querer popular, y que bien pocos somos, por tanto, los que podemos reivindicar con orgullo el título de representantes legítimos del pueblo colombiano. Diría a este que su elección proviene de orden directa, bajada de las al-turas del poder, y que su mandato es apenas una forma de la imposición oficial; diría a ese que él no representa aquí sino a la señoría del gobernador que lo hizo escrutar, con el solo fin de tener en esta corte un gestor de sus intereses a costa del tesoro público; diría a otro que, como él no recibió más votos —multiplicados, eso sí, una docena de veces— que los del ejército, la policía y los oficinistas famélicos, no será comitente sino de los jefes que repartieron boletas a sus subordinados y los mandaron en  formación a empapelar la urna, so pena de palos o de destitución; diría a aquel que su credencial la debe a un hábil tour de main, convertida el arca santa en chirimbolo de prestidigitador; diría al de acá: Honorable colega, usted sí merece su puesto, porque lo que es ganarlo, usted lo ha ganado con el sudor de su frente y el ejercicio de su columna dorsal, en el juego de la lisonja y de la intriga; diría al de allá y al de acullá que ellos son fruto de un cambalache entre potentados departamentales, para sortear ciertas disposiciones incómodas de la ley, acerca de personas no elegibles, y diría, en fin, a los más, si a todos no, una gran verdad, una verdad como un templo, una de esas verdades de a puño, y es que ellos no deben su curul sino a la exclusión sistemática de los partidos de oposición en el ejercicio del sufragio.

Pero prefiero solamente decir que si la representación ha de ser como la del país, sorprendente de exactitud, de modo que de cuanto en la nación existe, o se conserva con vida individual o colectiva, se halle aquí la imagen reducida; y si no solo individuos naturales, sino grupos o comunidades sociales deben tener defensores y voceros aquí, sea cual fuere el sistema electoral, creo tener razón para preguntar, en primer lugar, ¿quién puede asimilarse aquí a representante de los vastos intereses del comercio, porque los miembros de ese poderoso gremio se hayan empeñado en designarlo para ese fin? Si mañana los agentes del ejecutivo piden aquí la sanción de medidas perjudiciales a ese comercio, como alteración de las tarifas aduaneras, por ejemplo ¿habrá aquí quien se exponga a descontentar la voluntad del gobierno por defender los intereses mercantiles? ¿Quién puede decirse aquí vocero de la extensa y noble clase de los agricultores colombianos, porque un acuerdo de ellos haya contribuido a conferirle su mandato? Si mañana se pide aquí la supresión del derecho sobre exportación del café, o la regulación del impuesto territorial, y el ejecutivo hace saber que considera personalmente ofensivo que se le prive de aquella pingüe renta, o que se modere la otra, ¿se sobrepondrá alguien aquí a esa manifestación imperiosa para no tener en cuenta sino las necesidades de la agricultura? ¿Hay alguno aquí especialmente instruido de las angustias de la clase obrera —industriales, artesanos y jornaleros de las ciudades y los campos— y dispuesto a formular sus quejas o proclamar las reformas indispensables para mejorar su triste suerte? ¿Quién habla aquí imparcialmente y con conocimiento de causa por el capital o por el trabajo, por los intereses rurales o por la navegación, por las universidades y la instrucción pública, por la minería o por las vías de comunicación, por asociaciones de intereses económicos, ni siquiera por la Iglesia? En suma, ¿es esta representación espejo fiel en que el pueblo colombiano se haya complacido en reproducirse tal como él es?

Acompañadme a confesar que pocos somos los que en estos bancos nos sentamos que no representemos meramente los proyectos ambiciosos de los mandatarios, las aspiraciones egoístas de la burocracia o los intereses bastardos de la política de opresión y explotación; acompañadme a reconocer que aquí no se contempla sino el más absoluto olvido y desamparo de los más vitales intereses del pueblo colombiano y acompañadme a declarar, en fin, con franqueza, que aquí no se columbra, en definitiva y salvo honrosas excepciones, tras el sofisma del mandato popular, sino a los agentes incondicionales y sumisos de un amo.

No atribuyáis mis palabras a propósito deliberado de ofender. Lo que sucede no es sino resultado del espíritu del tiempo, y pocos son los que en ello les cabe responsabilidad personal. Solo los que estamos fuera de la viciada atmósfera en que se mueven los elementos oficiales, podemos distinguir lo que se oculta a quienes de continuo la respiran y a quienes la densidad de ella acorta la vista. Mas como la mentira prolongada produce el efecto de hacer creer en ella a sus mismos inventores, no quiero dar a mis observaciones más alcance que el de advertir a la mayor parte de mis honorables colegas que, al mandar escribir sus biografías, no se hagan llamar “Representantes del pueblo en 1896”, sino solamente lo que son, lo que han querido ser, lo que están y seguirán siendo: “Delegados del Ejecutivo”.

Si la representación es imagen reducida de la patria, de que los partidos de oposición forman la gran mayoría, o por lo menos la mitad, y si esta Cámara aspira a llamarse legítima, pregunto, en segundo lugar: ¿no es patente que en estos bancos deberían estar siquiera promediados los secuaces del gobierno y los defensores de la oposición? Y, sin embargo, vuelvo los ojos en busca de los que debieran ser compañeros, y me hallo solo y azorado, en medio de adversarios y teniendo perspectiva la lucha imposible, en votos y en discursos, de uno contra sesenta. Ante ese hecho brutal ¿quién podrá llamar correcta la lucha electoral pasada, ni cómo esta Cámara, resultado de ella, puede aspirar al título de legítima?

Pero lo que más le arrebata ese carácter es la presencia en su seno de evidentemente espurios usurpadores de puestos que en modo alguno les corresponden. Por eso vengo a ver si la Cámara quiere no acabar de desvirtuarse sancionando la obra del fraude audaz y cínico; vengo a ver si quiere no hacer por completo írritos, nulos y sin alcance legal sus actos, admitiendo en su recinto a particulares que se presentan en él con menos títulos que el primer transeúnte de la calle a quien se le antojase entrar, tomar asiento entre nosotros y deliberar; vengo a saber si en el espíritu de la Cámara hay disposición a ejercitar la justicia, comenzando por devolver al partido liberal los puestos que ganó en ruda lid, a despecho de todas las estratagemas y obstáculos; vengo a ver si sois capaces de una súbita iluminación de conciencia que os haga rechazar la responsabilidad en un fraude, no sólo odioso sino por cuanto siendo vosotros cincuenta y tres, os aumenta a cincuenta y siete, y siendo apenas seis los del partido liberal, todavía extremáis fríamente su proscripción echando el sello de vuestra aprobación al fraude infame que le arrebata cuatro puestos; vengo a medir vuestra prudencia y previsión del porvenir, solicitando de vosotros una medida que dé al liberalismo alguna confianza en la reivindicación pacífica de su derecho y le quite una parte siquiera de la razón con que hoy piensa que no se le convocó a las urnas sino con el propósito expreso de escarnecerlo y burlarlo; y, vengo, en fin, a saber si sois capaces de haceros a sabiendas cómplices ante el país y ante la historia de un clamoroso atropello del sufragio, cuya aceptación no os dejaría ni sombra de autoridad moral ni resquicio de honra propia.”

El Rincón de Dios

“El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral.” Santo Tomás Moro.

Crónica 961

¿Otra vez mi general borracho? Definitivamente tenemos un desgobernante digno de admiración: nombra los principales delincuentes “gestores d...