El Plan de Dios
La ausencia prolongada de una de mis hermanas, Beatriz, ha sido dolorosa. La visité hace tres años, pude verla solo un par de veces después de realizar toda una cacería. La había visto a finales del siglo pasado y hace años de ella no tenía noticias. No la culpo, lleva una vida exenta de contacto exterior, solitaria, sin amigos, solo con su esposo. Pero en su medio la encontré feliz, gozando con simpleza de su jardín, los pájaros, la colección de peluches y lindos arreglos florales elaborados con amor y una habilidad manual extraordinaria, orgullosa de su casa en un lugar maravilloso. Mis hermanos tampoco la han visto desde hace años.
No existía programa alguno de viajar al exterior, la hija residente en Miami estaría en Europa para celebrar los quince años de Amelia, nuestra nieta. Ahí empieza el plan de Dios: la aerolínea canceló a última hora la ruta a Europa estropeándoles el viaje y entra en escena la necesidad de un plan B.
A Buford GA recientemente se había mudado otra de nuestras nietas, Natalia, que había tenido una preciosa niña, estaba localizada cerca de mi hermana. Ana María, mi otra hija, había organizado visitarla para Navidad y de allí nació, de la noche a la mañana, un viaje familiar de hijas, nietas y bisnietas, y, como algunos partiríamos desde Miami, serviría, con una parada en Orlando, para la celebración del cumpleaños de Amelia.
Fue así como logramos visitar a mi hermana durante diez días abriendo las puertas de aislamiento, en uno de los cuales, nos acompañó mi sobrina cariñosamente conocida como la ‘Mimosa’, residente en Atlanta, que, por algún malentendido, no había sido bien recibida por Beatriz en el pasado.
La condición de salud de mi hermana era precaria y ello nos llevó a establecer una posibilidad de comunicación para un caso de emergencia. Y esta se dio a los pocos días por rotura del fémur. Fue al hospitalizarla que nos enteramos de que, además, estaba invadida de un cáncer que solo admite tratamiento paliativo.
El plan de Dios va mas allá, a la ‘Mimosa’ la considerábamos independiente, ocupada en su trabajo y quehaceres y, con la agitada vida de Estados Unidos y el malentendido que mencioné, hasta fría con Beatriz. Pero resultó una sorpresa: abrió de par en par su corazón, le dedica a su tía el tiempo que tiene y el que le es escaso, nos mantiene al tanto del diario devenir, no tiene reato para viajar dos horas al día desde Atlanta, no solo para acompañarla, llenarla de amor y de alegría, para enterarse de las decisiones médicas y de su futuro, envió el Señor el Ángel que no esperábamos para esta dura prueba. A ella le damos desde el fondo de nuestro corazón, el mayor de nuestros agradecimientos. También le agradecemos a Natalia por acompañarla en su escaso tiempo disponible.
Si este plan de Dios no hubiese existido, nadie de la familia estaría enterado del estado de Beatriz, ni habría tenido acompañamiento en sus últimos días.
El Rincón de Dios
Te damos gracias Señor por habernos despejado este camino y haber puesto en él a la Mimosa, dale la fortaleza que necesita en estos difíciles momentos y ampárala con tu bendición.
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