Honrar el Nobel
“(…) hemos llegado a un punto en que se impone la cesación de la lucha. El
Gobierno es impotente para debelar la revolución, pero la revolución es
impotente para derribar al Gobierno. Hace muchos meses que la campaña está
limitada a un infructuoso tejer y destejer de operaciones, y a un tomar y dejar
territorios, que a nada conduce: El sistema de guerrillas, de que siempre he
sido enemigo, sirve para extender el área de destrucción, mas no para resolver
el problema militar, lo cual está reservado a las batallas libradas entre
ejércitos. No pudiendo ahora
formarlos, envainemos los aceros para que el pueblo no diga que los contendores
son cuadrillas de locos, igualmente ominosas ambas banderas, funestos sus
caudillos, infernales sus armas. Arrastraremos las simpatías y el aplauso
universal si nos mostramos más sensibles que nuestros adversarios a la ley de
compasión por la masa neutral y pasiva, menos tercos ante los sacrificios de
amor propio, más cuidadosos de la opinión extranjera.” Rafael Uribe Uribe en su Manifiesto de Paz
Este párrafo del General resume la manera civilizada de
terminar una guerra. La guerra de los mil días que si era guerra entre
ejércitos, no un conflicto interno, pudo terminarse sin aspiraciones de
prebendas no merecidas, participando en las urnas en desventaja sin regalo de
curules, defendiendo las ideas en los foros democráticos. Lo traigo a colación
porque cobra vigencia en estos momentos difíciles que afronta nuestra
democracia.
En mis escritos
recientes he llamado a la concordia, hoy llamo al respeto de la decisiones
soberanas del constituyente primario que es el pueblo. Ese pueblo que no está en
contra de la paz, pero no comparte que cuarenta y siete millones de colombianos
capitulemos ante cinco mil ochocientos guerrilleros que se concentrarían en las
Zonas Veredales Transitorias de Normalización a los cuales se les darían
prebendas políticas que ningún partido del mundo tiene, ventajas otorgadas a
espaldas de la patria para satisfacer el ego de un Nobel de la Paz.
Ya Santos tiene su
premio aunque no contaba con perder un plebiscito armado para ganarlo a toda
costa: acomodando umbrales, repartiendo promesas a diestra y siniestra, con una
publicidad acomodada, engaños y amenazas, apabullando la oposición, con toda la
maquinaria a su favor y las encuestas respaldándolo. Pero perdió con póquer de
ases.
Es el momento de mostrar su gallardía en lugar de
fabricar tras bambalinas marchas, declaraciones, documentos empresariales, y
buscar con rábulas nacionales y extranjeros la manera de hacer conejo a una
decisión soberana.
Aceptemos que ganó
el premio por su esfuerzo en busca de la paz, no puede en este momento obrar
distinto a honrarlo permitiendo el Acuerdo Nacional que se le ha solicitado,
oyendo al país entero todo ansioso de paz, revisando los entuertos del proceso
y encaminado una solución civilizada y conveniente. En este país cabemos todos.
En aras a
llegar a un acuerdo sin importar si este murió o no con el plebiscito,
rescatemos lo rescatable, aceptemos algunos aspectos que si se hubiesen
respetado las líneas rojas no se habrían negociado jamás. De lo contrario,
nuestra democracia estará condenada a un entierro de tercera.
El rincón de Dios
“Hoy los invito a
que se decidan por Dios pues el distanciamiento es la falta de fruto de paz en sus corazones. Solo Dios es
la paz: por eso acérquese a Él por medio de su oración personal y vivan
entonces la paz en sus corazones. De esa manera la paz brotará de sus corazones
hacia todo el mundo. ¡No hablen de paz sino que hagan la paz! Yo los bendigo a
cada uno de ustedes y cada una de sus buenas decisiones.” Mensaje de María Reina de la Paz en Medjugorje.