Recordando recuerdos… moral
histórica
En mis años
mozos me dedicaba al cultivo del café en Fredonia, un pueblo viejo donde los
domingos, día de mercado, había un increíble movimiento en la plaza, tiendas, compraventas y almacenes. Además era
día de negocios: se vendían el café y otros productos agrícolas, se compraban o
vendían bestias de trabajo, se negociaban tierras y todo lo imaginable. Nadie
tenía que firmar una letra de cambio, un pagaré o constituir una prenda, los
negocios se sellaban con un apretón de manos y se anotaban a lápiz (nada de
bolígrafo) en una libreta que todos cargábamos en el carriel, esto era
suficiente para honrar el trato
sin temor a pilatunas.
No faltaban
las carreras de caballos, algunas cortas, hasta el cinco (5 kilómetros del
pueblo) o más largas, hasta Venecia, donde ida y vuelta no dejaban de ser unos
veinte o más kilómetros; las riñas de gallos eran menos frecuentes; pero el
juego de dados y el tute no podían faltar. Algunos jugadores empedernidos
apostaban sumas cuantiosas que no podían cubrir de inmediato, y de nuevo
aparecía la libreta en el carriel para anotar la fecha prometida de pago que se
cumplía rigurosamente, o, si el deudor tenía problemas, entregaba cosechas,
ganado o animales de trabajo sin hacer o que le hicieran reclamo alguno. Hasta
se vendían cosechas anticipadas de café por varios años, si subía el precio del
grano perdía el vendedor, si bajaba el comprador, pero nadie incumplía.
Mi amigo
Jaime se defendía con un ‘chuzo’, como llamamos al pequeño local, en el que su
aviso rezaba: Se Escriben Cartas de Amor y de las Otras, y cuando iba allí para
compartir una cerveza o un simple tinto (no vino, si no café negro) me enteraba
de todos los chismes del pueblo, de los problemas en los negocios y de las
zozobras amorosas de hombres y mujeres de todas clases, que iban allí en busca
de solución a sus cuitas. Yo era más romántico que mi amigo y le ayudaba de vez
en cuando a escribir las cartas de amor a los despechados por desamor o porque
su marido tenía moza, acepción que ayer se convirtió en amante y hoy en una
palabra más titina: compañera sentimental.
Estando
frente a la Rémington despachando
una de esas cartas, me enteré del problema de un amigo con su socio par dividir
una finca, me ofrecí a ayudarle con la intervención de otro, que era conocido
de los dos querellantes. Después de darle muchas vueltas al asunto, decidimos
citarlos al domingo siguiente para hacerles la propuesta que habíamos fraguado
y ellos aceptaron: Arturo parte y Manuel escoge. El negocio se hizo sin
problemas, aceptando cada cual con su firma a lápiz en la libreta del carriel.
Los abogados
no eran muy prósperos allí. Su oficio tenía más que ver con estudios de
títulos, elaboración de escrituras o la defensa ocasional de campesinos que,
pasados de tragos, se peleaban a machete y uno de ellos paraba en la cárcel. La
mayoría de las veces el ofendido,
así hubiese resultado herido en la reyerta, retiraba los cargos y su amigo
salía libre en par patadas. Ven ustedes el porqué añoramos esa época. Ahora las
cosas son bien distintas, y si nos ponemos a mencionar ejemplos, no habría
páginas suficientes para plasmarlos.
Delito de opinión
Confieso sin
rubor que María Jimena Duzán me cae gorda. De hecho, cancelé mi suscripción de
El Tiempo motivo María Isabel y por la misma razón jamás volví a comprar
Semana, aunque la necesidad de mantenerme informado desde diferentes ángulos de
pensamiento, me llevan sin reato a la pagina web, donde leo solo lo que quiero
o me viene en gana.
El desafuero
del comunicado de la Sala Penal de la Corte de Justicia donde se anuncia la
demanda penal contra María Jimena y la columnista Cecilia Orozco es un
exabrupto. Faltaba más que ahora los colombianos no podamos pensar diferente a
los Magistrados de la Corte, o criticarlos si faltan a su trasparencia. Hay un
recurso preliminar que es el de pedir retracto. Si el columnista no lo hace,
puede explicar de que fuente obtuvo la información, o se atiene, si no quiere
revelarla, a las consecuencias. Pero como bien dice el evangelio “quien esté
libre de pecado que tire la primera piedra” algo que evidentemente no podrán
hacer algunos de nuestros togados.
No quiero
defender el libertinaje a que muchas veces se recurre en los medios de
comunicación abusando de la libertad de prensa, pero leí por curiosidad el artículo
de María Jimena y no me pareció tan fanático. Dice además verdades y puede que
haya exageración en algunos términos, algo en lo que muchos caemos ante la
rabia que nos producen determinadas conductas.
Yo por lo
menos no voy a votar mi pluma y espero que ningún columnista la vote, así se
llame Daniel Coronell, León Valencia o María Jimena, que para nada me gustan,
y, aunque no comparto su pensamiento o ideas, respeto sus puntos de vista que
no pueden ser calladas por Cortes que no salieron bien paradas después de sus
actitudes ante la fallida reforma a la justicia.
No aceptamos
que en Colombia se imponga el delito de opinión herencia de las dictaduras o
copia de nuestros vecinos integrantes del Alba.