miércoles, 9 de junio de 2021

Crónica 843

Modelo

En su misión diplomática en los países australes, hace 116 años, Rafael Uribe analizaba en detalle todo lo que en ellos sucedía y encontraba útil para el nuestro. En sus documentos encuentro este escrito donde llama especialmente la atención el último párrafo, hondo contraste con la prensa colombiana.

“La ley sobre abusos de la libertad de imprenta, que rige en Chile es la de 1872, que reformó en sentido liberal la de 1864. El artículo tercero sólo califica de abusos los tres siguientes: los ultrajes a la moral publica o a la religión del Estado, los escritos que tiendan a menoscabar el crédito o buen concepto de un empleado, o la confianza que en él tiene sociedad; y aquellos en que se tienda al mismo respecto a las personas particulares.

No se admiten pruebas en el tercer caso ni tampoco en el segundo, si los cargos son dirigidos, no al empleado como tal, sino como persona privada. Para el primer caso, los impresos deben ser acusados por el ministerio público o por acción popular; en los otros dos, la queja corresponde al ofendido, y su derecho expira a los sesenta días. La acusación se somete por el juez a la deliberación previa de un jurado de siete miembros, para saber si hay o no lugar a formación de causa… 

(…) La libertad de prensa es de hecho ilimitada; no hay nada de que no pueda ocuparse y de que, en efecto, no se ocupe: todo lo investiga, en todo penetra y sobre todo ejerce eficaz sanción. Los funcionarios públicos la respetan y la temen, y no creen descender si, cuando se ven acusados, se presentan cortésmente en las redacciones de los periódicos a suministrar informes sobre su conducta. Los diarios no están obligados a publicar rectificaciones. Campañas de prensa se han emprendido contra empleados ineptos, morosos o faltos de probidad, que los han obligado a dimitir. Justo es reconocer que la prensa de Chile es seria y que rara vez se excede en el ejercicio de su derecho de inquisición y censura, como representante y vocero de la opinión pública. A su vez, el pueblo está lo bastante educado para no admitir acusaciones calumniosas y para volver su sanción contra el calumniador…

  No se escriben editoriales doctrinarios; los principios están emplazados por los fines. Los diarios se respetan lo bastante para entablar polémicas entre sí; las voces fuertes están desterradas de su estilo, y la pasión se considera como síntoma de sinrazón o de debilidad mental. En tratándose del ejército, de las relaciones exteriores y del prestigio y gloria del país, hay unión y discreción perfectas entre todos los periódicos, y estos hacen causa común en todo lo que se refiere a la defensa nacional, a los intereses de la prensa, a la instrucción pública, a las mejoras materiales y a otros temas. En resumen: la prensa de Chile es un verdadero poder, no el cuarto sino el primero o casi el único, ejercido por personas bien preparadas y mejor inspiradas; guía y alumbra y, con no escasa frecuencia, sus sugestiones han sido salvadoras para la nación, trazándoles rumbos al gobierno y al pueblo.”

El Rincón de Dios

“No siempre Dios cambia tu situación. A veces está cambiando tu corazón”. Anónimo.

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