Adiós patria querida
No me tocará, pero si a mis hijos y
nietos llegar a lo que hoy vemos en el espejo que no hemos querido mirar,
Venezuela. Algunos de ellos, ignorantes de lo que al país espera, se dejaron
convencer de la “pedagogía por la paz” divulgada en la universidad, pero
recordarán con dolor esta Crónica cuando deban salir a la calle, exponiendo sus
vidas, en busca del regreso a la democracia que contribuyeron a entregar
dándole el si al presidente más corrupto y mitómano de la historia de Colombia.
Me apena por ellos; me apena la mirada
perdida de nuestra clase dirigente pensando que “aquí no pasa nada” como tantas
veces lo hemos martillado en este foro; me apena ver generales de nuestro
glorioso ejército nacional genuflexos y pasando de agache sobre los héroes que
brindaron su vida por defender la nuestra, comprados por la Prima de Fidelidad que no
pasa de ser una infamia más de la mermelada esparcida por Santos sobre la inmunda
tostada de la entrega de la patria.
Me duele la actitud del partido que mi
abuelo sacó del ostracismo y perseguido, a costa de grandes sacrificios para
él, su familia, y por el cual entregó una vida gloriosa que aún se recuerda y
admira después de cien años de su martirio, vendiéndose a los intereses oscuros
del marxismo leninismo.
Me duele también que un grupo de siete
mil malhechores, supuestamente establecidos en las zonas de recreo que se
convertirán en los “pueblitos de paz”, fiel copia de un San José de Apartadó
magnificado, asesorados por rábulas extranjeros y alcahueteados por un gobierno
entreguista y mentiroso, hayan logrado dominar el parecer de casi cincuenta
millones de compatriotas para castrar un Congreso otrora soberano; sustituir a
su amaño la justicia arrinconando en el cuarto de San Alejo a nuestras Cortes; determinar
que puede o no legislarse; alcanzar la asignación de diez billones de pesos
anuales para “sus proyectos”; conseguir gratis diez millones de hectáreas para
una reforma agraria desastrosa y que, los planes de desarrollo del país, solo
puedan adelantarse bajo sus proyecciones.
Me aterra que la ONU se haya tragado
el cuento de la dejación de las armas recibiendo solo siete mil, cuando el
agraciado don Timo sale a afirmar que faltan 900 caletas como la recientemente
incautada. Si así fuere, quedarían en el aire más de 50.000 armas fuera de
explosivos y otros elementos de destrucción.
Me preocupa la denuncia del gobernador
del Amazonas venezolano y de Corina Machado sobre la permanencia en su
territorio de 4.000 miembros activos de las Farc con posesión de armamento
pesado, incluyendo posiblemente misiles rusos. Quedan pendientes, desplazándose
como Pedro por su casa, los milicianos estimados en más de 7.000.
Me sorprenden las 188.000 hectáreas de
coca reportadas por los Estados Unidos, las cuales solo podrán ser erradicadas
voluntariamente con el consentimiento de las comunidades que las mismas Farc
manejan.
En nuestro país, al parecer ya sin capacidad de
asombro, pasamos de agache ante una reforma electoral donde para la oposición,
que son solo ellos, se eliminan los umbrales, regalan “curules de paz”,
emisoras, Tv, prensa y copiosos recursos económicos y facilidades que ningún
otro partido tiene.